¿Qué pintar? Problema permanente de todo pintor que se enfrenta a un lienzo en blanco; la pregunta constituye un acicate para que ciertos artistas construyan universos enteros de forma, color y significado. ¿Por qué pintar esta cosa o aquel objeto? ¿Qué forma, sentimiento, imagen o idea merece ser registrada y cómo?
Su línea de producción está marcada por la experimentación casi alquímica que se genera al trabajar con el materialidad y soporte elegido. Existe un procedimiento azaroso, que pareciera que es el que da inicio a cada uno de sus trabajos. El proceso mismo de creación pareciera que es lo que la anima convirtiéndose en vestigio de un estadío íntimo, muchas veces pertenecientes a un momento específico de su propia existencia.
Sus obras registran formas que se mezclan, se deslizan y se convierten en micro universos. Como un recuerdo extraño de figuras implícitas, donde no se pretende retratar paisajes realistas, sino evocar atmosferas que proponen
preguntas en vez de respuestas o enigmas en vez de significados directos.
Como un sueño extraño, una gran canción o un recuerdo borroso, estas imágenes describen estados internos de conciencia que se recuerdan menos como un hecho que como una emoción.
Cada pieza se constituye como un engranaje colorido que potencia el dialogo y la narrativa de las situaciones presentadas.
En la obra se potencia el diálogo de atmósferas y reminiscencias de extrañas figuras veladas, que conviven entre lo real y lo imaginario como lo haría un conjunto de narraciones inesperadas, llenas de insinuaciones. La artista se despoja de categorías establecidas sobre lo abstracto y lo figurativo para que así pueda confluir la abstracción, la geometría y las imágenes de mi propia subjetividad.
Pareciera que al trabajar sobre sus obras indaga, como una primera instancia, en una paleta reducida, atendiendo primero a la composición para luego ir incorporando, de a poco, el color, confiando en el proceso, apelando a la improvisación.